En la terrible mañana del 7 de
abril de 1812, cualquier vecino de Badajoz tuvo posibilidades de sucumbir a
manos de las tropas británicas dedicadas al pillaje tras la toma de la ciudad.
Fueron unas dramáticas horas en las que se ignoró por la soldadesca triunfadora
que españoles y británicos eran aliados en la Guerra de la Independencia. En
ese saco de asesinatos, robos, atropellos y saqueo; dos hermanas de una casa
honorable y antigua de la ciudad, estuvieron a punto de perecer a manos de
aquellos hombres con comportamiento de fieras, que fascinados con los
pendientes que colgaban de las orejas de ambas, se los arrancaron a tirones,
produciéndoles desgarradoras heridas que sangraban hasta sus cuellos. La hermana
mayor, viuda de un capitán español, temiendo lo peor de aquellos ebrios
soldados, resolvió llevar a su bellísima hermana Juana, recién salida de un
convento, hasta el campamento británico que les pillaba más cercano, con el fin
de implorar auxilio para ellas, dirigiéndose en el exterior de la ciudad a dos
oficiales ingleses que platicaban delante de su tienda. Aquella decisión y el
destino disfrazado de amor, cambiaría para siempre la vida de aquella joven.
De Juana María de los Dolores de León a lady Smith
Uno de aquellos dos oficiales británicos,
Kincaid, dejó escrito en sus memoria, la llegada de las dos mujeres y las
súplicas de la mayor: “…En cuanto a ella, dijo, no le importaba; pero estaba
desesperada por su hermana, agitada y casi desmayada a su lado. Había vuelto
hacía poco de un convento y no sabía qué hacer, utilizando aquel recurso que,
aunque poco delicado, fue venir al campamento y confiar la protección de su
hermana al primer oficial británico que quisiera protegerla. Y a buen seguro
que no apeló en vano, porque hablaba al lado de un ángel, un ser de belleza tan
trascendental que no había visto jamás, catorce veranos no habían pasado por su
rostro juvenil, de una lozanía delicada más inglesa que española; su rostro,
aunque no quizás estrictamente bello, era sin embargo tan notablemente
agraciado e irresistiblemente atractivo. Mirarla era amarla, y la amé, pero no
se lo declaré y, entre tanto, otro más atrevido dio el paso y la conquistó.
Pero me quedé contento, pues en él encontró un hombre tal como merecían su
hermosura e infortunio”. El atrevido galán que conquistó el amor de Juana fue
el capitán Harry Smith, que contó con la ventaja de hablar el español, ya que
había estado en Uruguay y Argentina como militar en una expedición mandada por
el general Whitelock. Harry enfermó, por lo que fue atendido por una familia
que hablaba el castellano, aprendiendo algo del idioma. El flechazo y la
decisión fueron instantáneos, y dos días después, es decir, el 9 de abril, se
casaban. En el historial del Regimiento 95 de Fusiles, quedó escrito: “Boda de
Juana y Harry. Wellington lleva a la novia al altar”.
De Badajoz
a la inmortalidad. Waterloo, París y Sudáfrica.
Como militar británico, Harry Smith había participado en la toma de
Badajoz encuadrado con su Regimiento 95 de Fusiles en la División Ligera, que
junto a la 4ª División llevaron a cabo el espeluznante asalto por la brecha del
baluarte de Santa María, describiéndolo él mismo, así: “Bajamos por las escalas
y corrimos hacia la brecha, pero estábamos rotos, aunque cada soldado se
comportaba como un héroe. La brecha estaba cerrada por un parapeto en su parte
trasera y hábilmente defendida por un caballo de Frisa de hojas de espada,
afiladas como colmillos, encadenados al suelo; además, la ascensión a la cima
de la brecha estaba cubierta de tablones tachonados con puntas afiladas. A
pesar de todo me sentí valiente como un diablo. Uno de los oficiales del
Forlorn Hope, el teniente Taggart, del 43º, se agarró a mi brazo, una forma que
adoptamos para ayudarnos unos a otros a subir, pues el ascenso era muy
dificultoso y empinado. Un fusilero se puso en pie entre las hojas de las
espadas de un caballo de Frisa. Hicimos un movimiento impetuoso para seguirle,
pero ¡ay, en vano! Fue derribado. Yo había estado algunos segundos en la pared
del baluarte junto a la brecha, y los bolsillos de mi chaqueta roja estaban
literalmente llenos de esquirlas de piedra reventadas por balas de mosquetes.
Aquellos que no fueron derribados fueron rechazados por esta lluvia mortal
hacia las escalas”.
El matrimonio Smith se encontraba en Bruselas cuando Napoleón, escapado
de Elba, llevó a cabo su última campaña que culminaría con su derrota en la
batalla de Waterloo, el 18 de junio de 1815. Harry Smith combatió en ella,
llegando a Bruselas la nefasta noticia por parte de un grupo de fusileros, que
había muerto. Entonces Juana se trasladó al campo de batalla, encontrándolo
vivo tras tres días de incansable búsqueda.
En la Francia monárquica de Luis XVIII, Harry fue destinado como Oficial Mayor. En uno de los bailes de gala en París, Wellington agasajó a los príncipes rusos con música de su país, bailando en él la princesa Narinsca que fascinó a todos como bailarina. Como nadie se atrevía rivalizar con ella, Wellington pidió a Juana bailara, y ésta salió muy airosa del envite. En otro acto sucedido en 1818, en un desfile de las fuerzas aliadas que ocupaban París, Wellington presentó al zar de Rusia a lady Smith en los siguientes términos: “He aquí señor, mi pequeña guerrera española que ha hecho la guerra con su marido, como la heroína de Zaragoza”. Harry Smith ocupó cargos en Jamaica, Sudáfrica o la India. Entre estas misiones, destacó su nombramiento como gobernador de la Ciudad del Cabo en 1847. Allí en Sudáfrica, la huella de Juana quedó para los tiempos, pues en Natal hay una ciudad con el nombre con el que se la conoció tanto tiempo: Ladysmith, y también existe otra capital en la Columbia Británica de Canadá. Harry Smith murió el 12 de octubre de 1860, y Juana le sobrevivió doce años, falleciendo el 10 de octubre de 1872.
En la Francia monárquica de Luis XVIII, Harry fue destinado como Oficial Mayor. En uno de los bailes de gala en París, Wellington agasajó a los príncipes rusos con música de su país, bailando en él la princesa Narinsca que fascinó a todos como bailarina. Como nadie se atrevía rivalizar con ella, Wellington pidió a Juana bailara, y ésta salió muy airosa del envite. En otro acto sucedido en 1818, en un desfile de las fuerzas aliadas que ocupaban París, Wellington presentó al zar de Rusia a lady Smith en los siguientes términos: “He aquí señor, mi pequeña guerrera española que ha hecho la guerra con su marido, como la heroína de Zaragoza”. Harry Smith ocupó cargos en Jamaica, Sudáfrica o la India. Entre estas misiones, destacó su nombramiento como gobernador de la Ciudad del Cabo en 1847. Allí en Sudáfrica, la huella de Juana quedó para los tiempos, pues en Natal hay una ciudad con el nombre con el que se la conoció tanto tiempo: Ladysmith, y también existe otra capital en la Columbia Británica de Canadá. Harry Smith murió el 12 de octubre de 1860, y Juana le sobrevivió doce años, falleciendo el 10 de octubre de 1872.