Mijas, tarde del 15 de octubre de 1810. Un
distinguido militar británico con rostro sombrío, que viste casaca roja y
pantalón blanco de algodón, camina manteniendo la dignidad mientras es escoltado
por varios soldados franceses y seguido por la atenta mirada de uno de
los bravos capitanes polacos que han participado en el combate que se ha
librado en la mañana de aquel mismo día. Las estrechas calles de Mijas
están solitarias, sacudidas suavemente por el otoñal viento de la sierra. Al
llegar a la plaza, alguien dice: “Es el jefe británico que mandaba las tropas
que han atacado el castillo de Fuengirola y los polacos lo han cogido”.
Efectivamente, se trata de lord Andrew Thomas Blayney, un británico de origen
irlandés, máximo responsable del fracasado desembarco anglo-español en el
litoral mijeño, para hacerse con el castillo de Sohail. ¿Pero qué
circunstancias son las que han llevado a tal desastre militar, y cómo Blayney
ha caído tan fácilmente en manos de los imperiales, para terminar siendo en la
tarde-noche de la citada fecha, un “huésped de honor” en Mijas?
La bibliografía relativa al
ataque de las fuerzas anglo-españolas, llevado a cabo a mitad de octubre de
1810, ofrece con cierta frecuencia disparidad en fechas, horas y hechos. Para
el presente artículo nos hemos basado en tres fuentes: el libro escrito por el
propio Blayney: “Narrative of a forced journey through Spain and France a
prisioner of war in the years 1810 to 1814”, Londres 1814. La ponencia del veterano
profesor y miembro de la Asociación para el Estudio de la Guerra de la
Independencia D. Carlos Posac Mon, en las “I Jornadas de la Guerra de la
Independencia en Málaga y su provincia”, titulada “El castillo de Fuengirola
baluarte imperial en la Guerra de la Independencia”; así como lo recogido en la
“Gazeta de Madrid” el 7 de noviembre de 1810. Estas fuentes concluyen que el
desembarco aliado comenzó a principios de la mañana del 14 de octubre,
forjándose su fracaso a lo largo de la mañana del 15.
Sinopsis
de los hechos
Creyendo poco guarnecido el
litoral al oeste de Málaga, el gobernador de Gibraltar, Colin Campbell, y los
mandos españoles de Cádiz, planificaron un golpe audaz con un objetivo
prioritario: el castillo de Sohail situado en un promontorio de la entonces
costa mijeña y que hoy se encuentra dentro del término municipal de Fuengirola.
Al frente de la expedición iría el general Blayney, con 300 hombres del
Regimiento 89º, más 500 soldados de diversas nacionalidades: alemanes, polacos,
franceses e italianos (todos ellos desertores de las tropas napoleónicas). A
esta fuerza se preveía que se sumarían otras unidades regulares, así como
algunos contingentes guerrilleros procedentes de Ronda. El día 12 de octubre, el
convoy atravesó el Estrecho. Blayney puso pie en Ceuta para embarcar al
Regimiento Imperial de Toledo. Rumbo a la costa malacitana, en la noche del 13
se unieron a la flotilla dos cañoneras procedentes de Gibraltar. Al amanecer
del 14 les alcanzó el navío “Sparrowhawk”, y todas las embarcaciones anclaron
frente a la denominada Cala del Moral, para llevar a cabo el desembarco sobre
las diez de la mañana, gracias al servicio de transporte de las cañoneras. La
tropa progresó por terreno abrupto hacia el este y, sobre las dos de la tarde,
tuvieron la fortaleza de Sohail a la vista. En las alturas próximas la fuerza
expedicionaria comenzó a montar durante la tarde su artillería,
consistente en dos cañones de a 12 y un obús. En la playa colocaron un
cañón del 32. A
esta artillería había que sumar la propia de los barcos y las de las dos
cañoneras. Al atardecer, Blayney mandó parlamentarios para que se rindiera su
guarnición, pero nada salió como el británico esperaba. El capitán polaco
Mlokoziewitz, del 4º Regimiento del Gran Ducado de Varsovia, se negó a ello,
comenzando inmediatamente un duelo artillero, en el que fue hundida una de las
cañoneras británicas. Intermitentemente, los impactos de artillería continuaron
durante toda la noche, mientras Blayney no veía llegar el apoyo de los
guerrilleros rondeños, pero sí tuvo noticias de algo peor: el rumor que desde
Málaga, el general Sebastiani había salido con poderosas fuerzas para socorrer
la fortaleza. El británico recuperó aliento al llegar a la costa dos barcos
más, el “Rodney” y otro de bandera española. En el momento que trataba de
apoyar con sus fuerzas el desembarco, del refuerzo de aquellos mil hombres, se
vio sorprendido por una vigorosa salida de la guarnición de Sohail que atacó el
flanco izquierdo aliado defendido por los del Imperial de Toledo y los
desertores extranjeros, que retrocedió, obligando a Blayney y los del 82º hacer
un esfuerzo hacia delante para no perder los cañones. En esa acción el jefe
británico cayó de su caballo, mortalmente herido por dos impactos. Aturdido,
envuelto por la polvareda y el humo, avanzó en la confusión hasta verse rodeado
de soldados que creyó españoles, cuando en realidad eran polacos del 4º
Regimiento. Fue hecho prisionero y trasladado con inmediatez a la fortaleza,
donde sufrió algunos desaires, hasta que confirmado el desastre de su
expedición fue trasladado a Mijas.
Las
claves de una derrota.
La descoordinación en
la concentración de las embarcaciones y tropas aliadas frente a la Cala del
Moral fue determinante. Otras faltas de previsiones, como la pérdida del efecto
sorpresa y la no valoración de la capacidad de resistencia del enemigo,
llevaron al desastre. La decisión de los defensores y los socorros que
partieron de Mijas salvaron el castillo de Sohail para los imperiales. El jefe
del batallón polaco, Braunitz, partió a toda velocidad desde Mijas con unos
doscientos hombres, seguido de un escuadrón de Dragones del 21º, para socorrer
la fortaleza costera, acometiendo con tal vigor a la línea enemiga, que ésta comenzó
a retroceder hasta convertirse en una desbandada general, en la que el que se
rezagaba o trataba de resistir, era acuchillado. Los mandos polacos
destacados en aquella jornada, fueron: el mayor Braunitz, los capitanes
Mlokoziewitz, Lalewicz y Osmialowsky, los tenientes Plachseki y Chalmiski, el
Subteniente Pettet, el sargento Zazueweki, jefe de artillería del castillo, el
teniente Petion y el subteniente Vendeis.
El pintor polaco January
Sucholdolski, que tenía trece años cuando ocurrió esta acción bélica, realizó
el conocido cuadro que recoge el momento en el que sus compatriotas hicieron
prisionero a Blayney (es probable que le asesorara algún testigo del hecho, por
la situación donde las tropas libran combate respecto al castillo, aunque no estuvo
acertado al pintar los las murallas y torres de la fortaleza, por desconocer
sus características), conservándose la obra en el Museo Czartoryskich de
Cracovia.
Blayney
en Mijas.
El general británico avanzó
trémulo por las empinadas calles de Mijas. Intuía que los franceses lo
trasladaban a aquel alto pueblo, preocupados porque en la noche del 15 octubre se
produjera un intento para liberarlo. La escolta lo llevó a una casa particular,
encerrándolo en una habitación sin opción a fuga. Allí le dieron algo de cena,
acostándose poco después sin lograr conciliar el sueño. Todavía no conocía el
alcance del fracaso de la expedición que había dirigido, que se cifró en
más de doscientos muertos, entre ellos varios oficiales, más ciento ochenta y
dos prisioneros, y las capturas por el enemigo de las piezas de artillería
desembarcadas, cuatrocientos fusiles, miles de cartuchos y numerosos
pertrechos. Al día siguiente, Blayney fue llevado de nuevo al castillo de
Fuengirola donde le esperaba el general Sebastiani. A partir de ahí comenzó un
largo periplo de confinamiento que no terminará hasta 1814. De ese cautiverio,
componentes de nuestro colectivo han podido recuperar algunos testimonios
interesantes a través de bibliografía editada en Francia.