Homenaje a los caídos del Regimiento de Infantería de Málaga en Ocaña,
en 2009, por parte de de los integrantes de nuestra recreación
Tras
lo de Almonacid, la Junta Central
decidió unir al Ejército de Extremadura con el de La Mancha, en la zona de La Carolina, reconstituyendo
el nuevo Ejército del Centro.
Había mucha
necesidad de activar frente al enemigo ese ejército, pues en la zona de la Carolina los recursos
escaseaban para mantener a tantos hombres y caballos.
La
importancia de toda aquella fuerza es que lo que allí se había conjuntado era
el ejército de maniobra español mayor en todo lo que se llevaba de guerra. Para
hacernos una idea del Estado de Fuerzas de aquel ejército, citar que entre
todas las divisiones sumaban 44.606 infantes. La cifra aumentaba con la Caballería, con un
total de 6.571 hombres bajo en mando del mariscal de campo Manuel Freire. A
esto había que añadir las piezas de artillería (una cincuentena), con sus
sirvientes, más unos 600 zapadores. En total, del ejército del Centro quedó
constituido por un total de 53.277 hombres, mandados por el general Juan Carlos
de Areizaga y Alducín, de 53 años. Tras varios días de marchas de aproximación
y la previa derrota de la caballería española en Ontígola, las tropas del
general Soult y las de Areizaga se enfrentaron en una batalla que iba a cambiar
el signo de la guerra: Ocaña.
Nueve de la
mañana del día 19 de noviembre de 1809. Las unidades del numeroso Ejército del
Centro forman para batirse al ejército francés mandado por el mariscal
Soult, “el mejor maniobrero de Europa” en palabras de Napoleón, que cuenta para
la acción con 27.000 hombres de Infantería y 5.000 jinetes. Los soldados
españoles preparan sus armas, ajustan los correajes y miran a su frente. No
tienen buenos presagios. Saben que en el día anterior, en Ontígola, se ha
trabado el mayor combate de caballería de toda la guerra, entre 3.000 jinetes
franceses y 4.000 españoles, y que la suerte ha acabado en derrota para los
escuadrones del general Freire. Han escuchado nefastos comentarios entre
algunos oficiales que forman en la línea: “¡Nosotros
con mulos y ellos con caballos, no se podía esperar otra cosa!”, “¡Dónde está
ahora Godoy, que tuvo la genial idea de cambiar nuestra caballería por ganado
mular!
El dispositivo
español quedó así de este a oeste: sobre el camino de Cabañas a Ocaña la
caballería de Rivas, y entre ella y el caserío del pueblo una batería y la
vanguardia de Zayas. La 2ª División de Vigodet por delante de Ocaña, en su
parte norte. A su derecha y al costado una de la otra, formando línea por la
parte norte del camino de Noblejas, las divisiones 3ª de Girón, 4ª de Castejón
(con el Regimiento de Infantería de Málaga)
y 1ª de Lacy, con sus respectivas baterías entre unas y otras. En la
extrema derecha y cubriendo el ala, la mayor parte de la caballería a las
órdenes de Freire. Tras esta primera línea y en paralelo, las divisiones 7ª de
Copons, 5ª de Zeraín y 6ª de Jacóme.
A las diez de
la mañana comenzó el intercambio de disparos de las guerrillas avanzadas
españolas con los voltigeurs franceses, así como el duelo artillero, más
demoledor por parte de los franceses. Su comandante en jefe, el mariscal Soult,
contaba con la Guardia Real
de José Bonaparte, tres regimientos españoles afrancesados y la División de Reserva de
Desolles. También, con el V Cuerpo de Ejército del mariscal Mortier, el IV
Ejército Imperial del general Sebastiani y la División de Dragones del
mayor general Milhaud. El general Areizaga de nuevo sorprendió a todos subiéndose
al campanario de la iglesia de San Martín, en Ocaña, con el fin de colocar allí
su observatorio. Esta actitud hizo comprender a los oficiales que iban y venían
al improvisado puesto de mando, que su general estaba lejos de estar en la
línea. Así, subían y bajaban la escalinata de la torre de San Martín,
ayudantes, oficiales de enlace, etc. perdiéndose mucho tiempo en hacer llegar
las órdenes a las líneas. El historiador Ramón Solís, en su obra “La Guerra de la Independencia
española”, recoge una parte del momento protagonizado por el general
en jefe español en su puesto de observación, rodeado por una marea de ayudantes
y dominado ya por el miedo: “¿Quienes son
aquellos que asoman por allí?”, “Mi
general, son los franceses del Cuerpo de Ejército del mariscal Víctor”, “Y aquellos que vienen por esa parte”, “Son los del Cuerpo de Ejército del mariscal
Jourdan”, “¡Buena se va a armar!”,
frase esta última del general.
Francisco González Castejón desplegó la 4ª División en cuya 2ª
Brigada se hallaba formado el Regimiento de Infantería de Málaga, próximo al
centro del conjunto de toda la formación española. El enemigo que le había
tocado justamente enfrente, no era otro que el formado por los alemanes de la División Leval, encuadrados en el V Ejército del
mariscal Mortier.
Compañía de fusileros del I Batallón de Regimiento de Infantería de
Málaga, con la uniformidad de 1805, en el escenario de la batalla de Ocaña.
Estas figuras se encuentran en el Centro de Interpretación del Castillo de
Gibralfaro (Málaga).
A las diez de la mañana, los
cañones de ambos bandos comenzaron un duelo artillero que se fue incrementando
hacia el mediodía. Cuando la división de los alemanes al mando de Leval y la de
los polacos dirigidos por Werlé iniciaron el avance hacia la línea española,
recibieron fuego muy certero de los cañones de las divisiones de Lacy y
Castejón, ordenando ambos mandos contraatacar con sus respectivos regimientos
al enemigo que tenían a su frente, apoyándose en su izquierda en la División de Girón. Sin
embargo todo se derrumbó de repente: el Regimiento de Chinchilla de la División
Lacy, que iba a la cabeza, se paró por
el intenso fuego que recibía, comenzando a retroceder, y con ello a arrastrar a
otros regimientos de la 1ª División. Durante unos minutos la 4ª de Castejón
aguantó en su máximo punto de avance, recibiendo y realizando descargas, y
envueltas sus unidades por el humo de la pólvora. Entonces, el general Mortier
envió en socorro de alemanes y polacos a la división Girard (la 1ª del V
Cuerpo), que no sin esfuerzo restableció la situación. Intentaban rehacerse las compañías del
Regimiento de Infantería de Málaga y las otras unidades españolas de la 1ª y 4ª
División, cuando vieron como a su derecha, la caballería de Sebastiani se deshacía
de la caballería de Freire, a la que ponía en fuga, permitiéndose a
continuación los jinetes franceses cargar de flanco y por retaguardia a los
regimientos de Lacy y Castejón. Como otras unidades, el Regimiento Málaga se
vio envuelto por la infantería y caballería enemiga, batiéndose a pesar de ello
con vivo fuego, hasta que recibió orden de replegarse.
Dada la
difícil situación en que cada uno de los regimientos de la 4ª División ya se
encontraba, y tras comprobar como por la parte izquierda, las tropas de
Desolles estaban a punto de penetrar en Ocaña; el brigadier González Castejón
ordenó la retirada de sus unidades, cosa que en aquellos momentos se hacía ya
muy compleja, al tener los regimientos que combatir duramente abriéndose paso
hacia su retaguardia, a la vez, que no podían perder la cara al enemigo
situados a su espalda y flanco izquierdo.
En el centro de la formación, el teniente coronel Kearney pidió custodia para la bandera del Regimiento. Pero la unidad estaba en esos momentos colocada en el peor lugar de la batalla. Pese el afán de luchar y resistir, los franceses abrieron la línea y el Regimiento perdió su cohesión, fragmentándose en núcleos de compañías y secciones que intentaban escapar del acoso enemigo, viéndose impotente los mandos para frenar la dispersión.
En el centro de la formación, el teniente coronel Kearney pidió custodia para la bandera del Regimiento. Pero la unidad estaba en esos momentos colocada en el peor lugar de la batalla. Pese el afán de luchar y resistir, los franceses abrieron la línea y el Regimiento perdió su cohesión, fragmentándose en núcleos de compañías y secciones que intentaban escapar del acoso enemigo, viéndose impotente los mandos para frenar la dispersión.
Bandera sencilla del Regimiento de Infantería de Málaga. Las
de esta forma eran conocidas, generalmente, como banderas “batallonas”, por se
portada por los II y III batallones de las unidades. Sus principal
característica era la solitaria cruz de Borgoña con los escudos regimentales en
las esquinas.
El Málaga tuvo
que lamentar la pérdida de su teniente coronel, varios oficiales y las dos
terceras partes de su fuerza, entre muertos, heridos y prisioneros, así como la
de su bandera. En cuanto a los mandos, el libro “Réquiem por Torrijos” cita:“Tras
el fracaso de Ocaña, lo que quedaba de organización de las fuerzas armadas
españolas, se desmembró. Una parte de los jefes y oficiales de la nobleza
volvieron a sus casas solariegas, esperando cómodamente el final de la guerra.
Otros, conscientes de sus deberes y responsabilidades, marcharon a los lugares
donde todavía se conservaban núcleos de unidades regulares. Casi todos ellos
terminaron luchando en la última fase de la guerra, encuadrados en las
divisiones españolas que combatieron a las órdenes del duque de Wellington”.
El desastre de Ocaña marcó el fin de los propósitos de la Junta Central, por las
gravísimas consecuencias de la batalla, ya que Extremadura y Andalucía quedaron
totalmente a merced del ejército francés.
En los días previos al Bicentenario de la batalla de Ocaña, en
noviembre de 2009; el Colegio de Graduados Sociales de Málaga y Melilla, las
dos ciudades principales donde el Regimiento de Infantería de Málaga ejerció
sus labores de guarnición; nos entregó una bandera de la unidad, a espera que
se realizaran las dos reglamentarias correspondientes que estaban en vías de
confección. El acto contó con la
presencia de varios tenientes coroneles, comandantes y oficiales, que en su día
pertenecieron al Regimiento de Infantería Melilla nº 52, heredero directo del
Historial del Regimiento de Infantería de Málaga.
BICENTENARIO DE LA
BATALLA DE OCAÑA Y NUESTRO REGIMIENTO
También, el Ayuntamiento de Ocaña se sumó al reconocimiento de la
recreación “Regimiento de Infantería de Málaga”, entregándole la bandera de la
histórica villa, por perder su vida decenas de malagueños en aquel campo de
batalla.
Integrantes del “Regimiento de Infantería de Málaga” junto a la torre y
pórtico de la que fue iglesia de San Martín, en Ocaña, campanario donde el
general Areizaga tuvo la imprudencia de dirigir la batalla, doscientos años
antes.